10 de febrero de 2014

LA BESTIA II

LA BESTIA II
Las visiones de Daniel y de Juan
Por apóstol Dr. Daniel Guerrero




















En la Primera parte sobre La Bestia hicimos una breve introducción sobre el tema y el acercamiento metodológico para el análisis e interpretación de los textos bíblicos.  Así que, comencemos a lidiar con esta bestia... 

La visión de Daniel


La visión de las bestias de Daniel está relacionada con el sueño dado al rey Nabucodonosor. El rey vio la versión humana de los reinos de este mundo. El profeta vio la versión divina. En la primera, los reinos son descritos con su característico brillo y esplendor terrenal; en la segunda como espiritualmente son: bestias depredadoras, agentes despiadados de muerte y destrucción (Dn. 2:27-45; 7:1-27).

Ya es conocido que las primeras cuatro figuras fueron: Babilonia (la cabeza de oro), Media-Persia (su pecho y sus brazos de plata), Grecia (su vientre y muslos de bronce) y Roma (sus piernas de hierro). La extensión de la cuarta figura (los pies en parte de hierro y barro) es el misterio que tenemos que desentrañar, ya que Daniel ve cuatro bestias “grandes, diferentes la una de la otra”, que subían del mar. La primera era como un león y tenía alas de águila (el león alado era la figura emblemática del imperio Babilónico); la segunda, era semejante a un oso, que se alzaba de un costado más que del otro (representa el imperio Medo-Persa); la tercera era semejante a un leopardo, con cuatro alas de ave en su espalda (representa al imperio griego); y la cuarta bestia sencillamente era “espantosa y terrible y en gran manera fuerte” (que representa al imperio romano). El profeta queda atónito y no puede describirla, y sencillamente dice que “era muy diferente de todas las bestias” que vio antes de ella y “tenía diez cuernos”.

La referencia a los diez cuernos es lo que acerca la visión del profeta al sueño del rey; ya que, éste último vio que al final los dedos de los pies de su estatua eran en parte de hierro y en parte de barro cocido (Dn. 2:33-34,41-43). Es decir, diez dedos que representan diez reyes unidos por “alianzas humanas” (Dn. 2:43-44), una prolongación del imperio romano. O sea la cuarta bestia comienza poderosamente como el hierro, pero al final de los tiempos se manifestará fuerte y débil al mismo tiempo; pero con los mismos atributos destructivos de devorar, desmenuzar y hollar todo a su paso.

Pero eso no es lo único enigmático en la visión de Daniel. Él también vio que de estos diez cuernos salió otro cuerno pequeño, el cual atrajo poderosamente su atención por varias razones:

1. Delante de él fueron arrancados tres cuernos, de los primeros diez cuernos.

2. Tenía ojos como de hombre, y una boca que hablaba grandes cosas. El sonido de sus grandes palabras atrajo poderosamente la atención del profeta (Dn. 7:11).

3. Parecía más grande que sus compañeros.

4. Hacía guerra contra los santos y los vencía.

El profeta recibe una interpretación angelical de uno “de los que asistían”, sobre esta última bestia, y particularmente de las “grandes palabras” del cuerno pequeño (Dn. 7:25) y le dice que:

a. Hablará palabras contra el Altísimo,

b. A los santos del Altísimo quebrantará

c. Pensará cambiar los tiempos y la ley

d. Serán entregados (los santos) en su mano hasta tiempo, y tiempos y medio tiempo.

Es decir, este cuerno pequeño será un reino, dentro de los diez reinos que componen la bestia, que estará en total rebelión contra Dios y Su pueblo, y recibirá tal dominio que querrá cambiar los tiempos y la ley sobre las naciones. Por eso Daniel se asombró por las palabras de este cuerno pequeño, porque él nunca había visto a ningún soberano rebelarse y expresarse contra Dios, de la manera como este cuerno lo hacía.

La visión de Juan

El apóstol Juan por su parte, recibe mayor revelación y detalles sobre esta bestia que se manifiesta en los últimos tiempos. La similitud con la cuarta bestia de Daniel es impresionante, pero Juan nos da otros detalles. Veamos.

Esta bestia tiene siete cabezas, pero conserva los diez cuernos, sobre los cuales él ve diez diademas (ligeras coronas greco-romanas). En sus cabezas hay un nombre blasfemo. La apariencia de esta bestia es de leopardo, sus pies como de oso y su boca como boca de león. Y el dragón (Satanás) le “dio su poder y su trono, grande autoridad”.

Es decir, esta bestia imperial, conserva algunas características, fuerza y poder de los imperios anteriores: Grecia (leopardo), Media-persa (oso) y Babilonia (león). Pero más sorprendente es, que el príncipe de este mundo, Satanás mismo, le da su poder, trono y autoridad. Esto es digno de subrayar porque por primera vez Satanás delegará su poder y autoridad a un gobierno humano. También esta bestia está compuesta por diez reinos, o pequeños imperios, que se mantienen unidos, como ya vimos en Daniel, por “alianzas humanas”; pero tiene siete cabezas, es decir entre esta bestia hay siete reyes que predominan sobre los demás (Ap. 17:8-9).

Luego Juan ve que una de las cabezas de la bestia fue herida mortalmente, pero luego sorprendentemente es sanada, lo cual asombra a todos los moradores de la tierra. Este evento impulsa a las naciones a una adoración satánica y adorar a la misma bestia.

A esta bestia se le da autoridad por cuarenta y dos meses (3 años y medio) sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación; e igualmente habla grandes cosas y blasfemias contra “Dios, de Su tabernáculo, de Su Nombre, de los que moran en el cielo”. Y se le permite hacer guerra contra los santos y vencerlos.

Esta bestia recibe adoración de aquellos que no están “escritos en el libro de la vida del Cordero, que fue inmolado desde el principio del mundo”. Pero al final se da la sentencia, tanto a ella como a los que la siguen: será capturada (porque ella llevó a cautividad) y morirá por espada (porque ella mató a espada), lo cual concuerda con Apocalipsis 19:20-21.

Es claro que esta bestia de Apocalipsis 13:1-8, es la misma sobre la cual está montada la mujer vestida de escarlata, que Juan describe en el capítulo 17:7-17. En este último relato se dan más detalles sobre las cabezas y los cuernos de la bestia.

Es una bestia que “era, y no es, y está para subir del abismo e ir a perdición”. Las siete cabezas son siete montes, o siete reyes. En el lenguaje bíblico, especialmente el profético, los términos cabezas y montes, indican personas o reinos en liderazgo (Is. 2:2-3; Mi. 4:1; Ez. 6:1-3; Dt. 28:13; Is. 9:14-15; Dn. 2:38). La referencia ambivalente (era, no es, pero viene) sobre la existencia de la bestia indica que este imperio existía para el tiempo en la que fue escrita la profecía, pero luego reaparecerá, para finalmente resurgir con mayor ímpetu, aunque brevemente; y cuyo fin será destrucción y perdición.

De estos siete reyes, “cinco han caído; uno es, y el otro aún no ha venido”; pero cuando venga o aparezca durará poco tiempo. También de entre los siete reyes viene un octavo rey, e igualmente tendrá el mismo fin de la bestia: perdición eterna.

Luego el apóstol nos da más detalles sobre los diez cuernos, los cuales ya es claro que son diez reyes, que “no han recibido reino, pero por una hora recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia”. O sea, son reinos que, desde la perspectiva del apóstol-profeta, están por venir y reinarán en común acuerdo bajo la cobertura del imperio de la bestia, por lo cual le entregarán su poder y autoridad. En vista que ellos están bajo la coalición imperial de la bestia, pelearán inútilmente contra el Cordero, quien los vencerá; ya que Él sí posee todo poder y autoridad en el cielo y en la tierra (Mt. 28:18). Estos reyes aborrecerán a la gran ramera, la cual se sienta sobre la bestia; y la dejarán desolada y desnuda, la devorarán y quemarán en fuego.

La interpretación celestial

Tanto la visión de Daniel como la de Juan reciben interpretación o explicación angelical y considero que debemos empezar por allí. Esta cuarta bestia es otro imperio, que comienza unificado como un solo reino, pero al final de los días se manifestará como una coalición de reinos (naciones), unidos por alianzas humanas. Según la evidencia histórica ese imperio fue, es y será el imperio romano. Si entendemos, según la profecía de Daniel y del Maestro, que el tiempo del fin comienza a partir de la destrucción del templo y de Jerusalén, el imperio romano ha permanecido y permanecerá hasta el fin. Es decir, este último imperio conservará las características, atributos y fuerza que siempre ha tenido desde el principio, aunque su apariencia o manifestación cambiará. No sólo eso, también conservará los atributos y fuerza de los anteriores imperios (Ap. 13:2).

También tenemos que destacar aquí que el término “bestia” apunta más a la potencia o potencias espirituales que rigen a los reyes de tal imperio. Según la experiencia vivida por el profeta Daniel y la enseñanza que nos da el apóstol Pablo, es muy probable que este imperio (al igual que los otros) esté bajo el dominio de un principado espiritual (Ef. 6:12; 1Cor. 2:7-8). Esa fue la experiencia del profeta cuando estaba en Babilonia orando por su pueblo y se le apareció un varón (posiblemente el Señor mismo, Dn. 10:5-6,16-19), para revelarle los eventos futuros para su pueblo. El ángel le dijo al profeta que el príncipe de Persia (a todas luces una entidad espiritual) se le opuso, y que tuvo que dejar a Miguel (uno de los principales príncipes de Israel), para que continuara la batalla espiritual en los aires. Luego le dijo, ya terminando la conversación, que tenía que irse para continuar la pelea contra el príncipe de Persia, porque luego vendría el príncipe de Grecia, la potencia espiritual del próximo imperio en línea. También en Apocalipsis vemos que el mismo dragón (Satanás) le da “su poder, su trono y grande autoridad” (Ap. 13:2). Es decir, es un principado espiritual que obra juntamente con el príncipe de este mundo (Jn. 12:31; 14:30; 16:11; Ef. 2:2) y los reyes de la tierra.

Pero el imperio romano desde el principio evidenció todas las características predichas por la profecía de Daniel:

1. Fue en gran manera blasfemo. De hecho varios de sus emperadores se atribuyeron títulos divinos y en oportunidades promovieron cultos imperiales, tales fueron los casos de Octavio Augusto, este último término sólo dado a los dioses y más tarde asumió el Pontificado Máximo (rol sacerdotal real), en el 27 a.C. También Nerón y Domiciano, que persiguieron sangrientamente a la creciente iglesia cristiana.

2. Fue poderoso y terriblemente destructivo y sangriento. Sus límites al sur y al oriente cubrieron todo el Norte de África, Egipto, Judea y Babilonia. Y al norte y occidente las islas británicas, las zonas ibéricas y germánicas y todo el Asia menor.

3. Persiguió y dominó al pueblo judío y a la iglesia de Jesucristo en Jerusalén, en las provincias orientales y del Asia menor, hasta aún la misma Roma. De hecho, bajo el imperio romano, como ya todos sabemos, nació y se le dio muerte al Mesías Príncipe, evento que si Daniel lo vio en sus visiones (como sospecho que lo hizo, Dn. 9:25-26), podemos entender por qué quedaba perturbado y debilitado por días (Dn. 10:1-3).

4. Cambió la ley. De hecho uno de los aportes de este imperio, es lo que se conoce como el derecho romano. Con ello hicieron del derecho toda una ciencia, con elaboradas y específicas leyes que cubrían todas las áreas de la vida y desarrollo de la sociedad romana. Este sistema de leyes era impuesto en todas las provincias y, como era de suponerse, generaba conflictos con los habitantes dominados, como fue el caso de la provincia de Judea.

5. Cambió los tiempos. Bajo el imperio romano, se estableció bajo el gobierno de Julio Cesar, en el 45 a.C., lo que se conoce como el calendario juliano, basado en la trayectoria solar y no en la lunar, como era el calendario judío y el de otras naciones del Medio Oriente.

Pero es evidente que la profecía de Daniel y la de Juan apuntan también a eventos futuros más cercanos a la venida del Señor, algunos de los cuales ya pasaron y otros están por pasar:

1. El carácter blasfemo, anti-Dios y anti-Cristo del imperio romano sencillamente se intensificarán y cada vez serán más obvios y amenazantes para la iglesia del Señor y para el pueblo judío.

2. Su poderío militar no menguó ni siquiera bajo el pontificado católico romano, de hecho aumentó y fue inmisericorde con sus enemigos y con los que consideró infieles. Y seguramente aumentará bajo la coalición de los próximos gobiernos anticristianos.

3. Ha perseguido, seguirá persiguiendo y tratará de destruir a la verdadera y fiel iglesia de Jesucristo. Y en los últimos días, acosará y arrinconará a Israel para que se sujete a su dominio mundial.

4. Cambiará las leyes, y como pasó al principio, de un gobierno democrático y republicano, pasará a uno más dictatorial e imperial. Estas leyes dominarán el comercio, la política y la religión a nivel mundial.

5. Ha cambiado los tiempos y los cambiará. En el 607 d.C. el papa romano Bonifacio IV estableció el conteo de los años con el nacimiento del Señor, como anno domine. En el 525 d.C. otro monje romano propuso la descripción Antes de Cristo (a.C.) y Después de Cristo (d.C.). Y más tarde en el 1582, el papa romano Gregorio XII promovió otro calendario solar más exacto, y que se le conoce como el calendario gregoriano. Y ya está en circulación otro formato que elimina el aprobado por el papado romano católico, por uno de corte más secular, por no decir anticristo, que dice antes o después de nuestra era (a.d.n.e/d.d.n.e), o sea la nueva era promovida por el Nuevo Orden Mundial.

Lo que no se había cumplido para la fecha en que Juan recibió la Revelación de Jesucristo, pero que fue predicho tanto por el profeta Daniel como por el apóstol, fue el surgimiento del “cuerno pequeño” desde los diez cuernos de la bestia, lo cual ya aconteció durante la historia moderna y se ha desarrollado de manera desapercibida por artimañas astutas del enemigo, en la historia contemporánea. Es lo que llamo el gran engaño, el engaño final.

Ahora procedamos a identificar a esta bestia de acuerdo a los eventos históricos pasados y presentes.


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