27 de enero de 2014

EL GRAN ENGAÑO VII

EL GRAN ENGAÑO VII
Crónicas de intercesión profética en los Estados Unidos de América
Las Señales del Fin: Eventos en el cielo y en la tierra
Por apóstol Dr. Daniel Guerrero



INTRODUCCIÓN

Ya vimos en la Segunda parte que una de las principales Señales del Fin es el auge de los falsos cristos y los falsos profetas; en la Tercera parte, vimos la otra Señal importante como lo fue la destrucción del Templo de Jerusalén, que tal como el Maestro lo profetizó, aconteció en el año 70 d.C., enmarcada en el cumplimiento de la profecía de las Setentas semanas del profeta Daniel.  Profecía que, por su importancia, analizamos tanto en la Tercera como en la Quinta parte.  En la Cuarta parte analizamos las Señales y enseñanzas sobre la Gran tribulación y la destrucción y re-edificación del Templo de Jerusalén.  Y en la Sexta parte analizamos otras señales que el Maestro nos da, tales como el evento del Rapto y la parábola de la Higuera floreciente.

Ahora en esta Séptima parte, estudiaremos las Señales en los cielos y en la tierra, que el Maestro nos dejó, para que pudiéramos discernir cuán cerca estamos del tiempo del Fin.


Trastornos y señales en los cielos

El Maestro también nos dice que “después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas” (Mt. 24:29; Mr. 13:24-25; Lc. 21:25-26). Esta expresión apunta a lo descrito por José en su segundo sueño (Gén. 37:9-11), donde él describe a la familia de Jacob (Israel) como un sol, su padre; una luna, su madre; y estrellas (él y sus hermanos). Si hay tal relación, el Maestro estaría profetizando que después de la destrucción del templo, Jacob y su familia, es decir el pueblo de Israel, sufriría una terrible caída y sacudida. Lo cual efectivamente aconteció, ya que después del año 70 d.C. los judíos estuvieron errantes por todas las naciones hasta el año 1948 d.C. Es decir, esta oscuridad, tiniebla y penumbra pudieran referirse al Día del Señor, al castigo que los profetas señalaron contra Jacob, el pueblo de Dios y las naciones (Is. 5:25-30; 8:21-22; 13:9-11; 34: 1-4; Jer. 13:15-16; 23:12; Lam. 3:1-6; Joel 2:1-2,31; Amós 5:18-20; Sof. 1:14-15).

Por otra parte, en Apocalipsis también vemos, por medio de la apertura de los sellos, el sonido de las trompetas y el derramamiento de las copas de la ira de Dios, muchas señales en el cielo, que causarán gran destrucción sobre la tierra y la humanidad (Ap. 6:1-19:21). El profeta Daniel también nos da un cuadro apocalíptico de la venida del Señor, en cual los cielos son trastornados y conmovidos (Dn. 7:9-14; 12:1). El apóstol Pedro igualmente nos da un cuadro dantesco de destrucción celestial por medio de fuego (2Pe. 3:10,12).

Personalmente considero que todas estas señales de destrucción en los cielos y en la tierra se darán no necesariamente en orden cronológico, pero más bien de manera cíclica continua, por períodos de tiempos (sellos, trompetas y copas), como una mujer dando a luz, en la que las continuas contracciones del útero aumentan, generando cada vez más dolor y angustia, hasta la salida del bebé. De hecho, el Señor dice que los primeros eventos (relacionados con la destrucción del templo) son “principios de dolores” (Mt. 24:8). Lo que observaremos, en la medida que nos acercamos al fin, será una cuenta regresiva al día de la venida del Señor, con una intensificación de los “dolores de parto” de la creación de Dios (Is. 13:7-13; Ro. 8:20-23). El fruto de ese parto cósmico serán “cielos nuevos y tierra nueva” (Ap. 21:1-3), el establecimiento del reino eterno de Dios, con todos los santos (Dn. 7:13-14,18,26-27; Ap. 21:3,9-11,22-27).

¿Cuán literales serán estos eventos celestiales? ¿Serán eclipses solares o eclipses lunares, caída de meteoritos? No lo sabemos del todo. ¿Serán símbolos de trastornos cósmicos o batallas espirituales? No lo sabemos del todo. Personalmente estoy abierto a la idea que acontecerán ambas cosas y considero que la expresión, que dice que “las potencias de los cielos serán conmovidas” (Mt. 24:29), puede referirse más bien a poderosas batallas espirituales que se darán detrás del escenario profético. Ya que tanto el profeta Daniel (Dn. 12:1) como el apóstol Juan (Ap. 12:7) hablan que en el día de la venida del Señor habrá una batalla celestial entre el ejército de Dios, liderizado por Miguel y los ejércitos de las tinieblas, liderizados por Satanás. 


La batalla final culminará con la destrucción de la bestia y el falso profeta, los cuales serán lanzados en el lago de fuego, que arde con azufre y el encarcelamiento de Satanás. Es evidente que el apóstol hace referencia aquí a las potencias espirituales que dominan estos reinos y naciones (compare con Isa. 24:21-22; 34:1-4). Y también es claro que la caída de las estrellas no puede ser literal. Así que tenemos dos opciones: que son ángeles (Ap. 1:20; 8:10; 9:1; 12:3-4;) o son naciones (Gén. 37:9; Núm. 24:17; Dn. 8:9-10), o ambos, los ángeles que dominan sobre las naciones, derribados por el poder del Rey de reyes, quien viene a establecer Su reino sobre todas las naciones (Ap. 11:15). Independientemente, es seguro que al final, en la venida del Señor, debemos esperar acontecimientos físicos y espirituales en los cielos, que afectarán el desarrollo de los eventos históricos en la tierra. Serán días de gran oscuridad, de confusión, angustia y conmoción para todas las naciones, incluyendo a Israel.


Trastornos y señales en la tierra

El maestro también nos advierte que oiremos y habrá “guerras y rumores de guerras”, que las naciones y los reinos se levantarán una contra la otra; que habrá “pestes, hambres y terremotos en diferentes lugares”; habrá “terror y grandes señales en el cielo”; las gentes estarán “confundidas a causa del bramido del mar y de las olas”; y los hombres desfallecerán “por el temor (en inglés terror) y de las cosas que sobrevendrán en la tierra” (Mt. 24:6-8; Mr. 13:7-8; Lc. 21:9-11,25-26).

Es claro y evidente que todo lo anterior ha pasado a través de la historia de la humanidad; desde el primer siglo de nuestra era cristiana hasta hoy. Lo que es digno de resaltar es como todo lo anterior se ha intensificado desde el pasado siglo 20, cuando tuvimos dos guerras mundiales; la creación de las Naciones Unidas y otros organismos políticos y económicos mundiales, que dominan a las naciones; el surgimiento de Estados Unidos como potencia mundial, entre otras naciones; grandes pestes de impacto mundial (cánceres, SIDA, fiebre aviaria, etc.) y hambres como en ninguna otra época; el surgimiento y expansión del terrorismo a nivel mundial; el aumento en la frecuencia e intensidad de los terremotos; el uso y la amenaza presente de las bombas nucleares; el uso y la amenaza presente de armas químicas y bacteriológicas; la destrucción de la capa de ozono y el fenómeno del calentamiento global, que está generando cánceres a nivel mundial y afectando la frecuencia e intensidad de los huracanes y ciclones; la destrucción indiscriminada de bosques y selvas; grandes y extensos incendios forestales; y la contaminación galopante de los ríos, lagos y mares, etc., etc.

En los últimos veinte años el Señor ha atraído mi atención a tres eventos que tienen relevancia para el estudio de nuestro tema. 

1.- El primero, las dos últimas guerras en Irak, desde 1991 hasta el presente [Nota: al momento de escribir el libro la guerra continuaba en Irak]. A finales de 1990, antes del inicio de la primera guerra en Irak, estaba yo en oración y estudiando el tema de la lucha espiritual, y el Señor me dijo: -“Presta atención a esta guerra, porque el que gane esta guerra tiene el espíritu de Babilonia”. Esta fue la primera vez en la que el Señor atrajo mi atención a Estados Unidos como potencia espiritual mundial. Le pregunté al Señor: -“¿El espíritu de Babilonia batallando contra el territorio de la Babilonia física?”. Esto tiene sentido desde la perspectiva de la batalla espiritual: una potencia espiritual (y no menos político-militar), queriendo retomar control sobre “su territorio físico”, para la batalla final (Ap. 9:1-21; 16:12-16). 

Esta primera guerra en Irak tiene gran semejanza con el primer Ay, mencionado en Apocalipsis 9:1-12; y el ángel, potencia espiritual, que guiará toda esta destrucción (Dn. 7:7,19,23), es el ángel del abismo, cuyo nombre en griego es Apolión (Destructor, Abadón en hebreo). En el versículo 1 es descrito como una “estrella que cayó del cielo a la tierra; y se le dio la llave del pozo del abismo”. Durante la primera guerra en Irak, todos pudimos ver con asombro las gigantescas columnas de humo saliendo de los “pozos” de petróleo, que oscurecieron totalmente, por días, los cielos de Babilonia y el golfo Pérsico. Y también pudimos ver el protagonismo de la fuerza aérea americana con sus cazas, bombarderos y helicópteros.

En la segunda guerra de Irak, desde marzo del 2003, nuevamente Estados Unidos liderizó una “coalición de naciones” contra la nación iraquí; pero en esta oportunidad en contra de las decisiones y acciones de las Naciones Unidas, por lo cual es denunciada mundialmente como una invasión imperial y no una guerra, como la de 1991. De todos es conocido el gran engaño armado por Estados Unidos y sus aliados europeos, para justificar esta “guerra”. Las supuestas armas de destrucción masivas nunca aparecieron e informes posteriores de inteligencia reseñaron que Irak no poseía tales armas ni estaba en condiciones de fabricarlas nuevamente. Pero a pesar de la oposición internacional y el descubrimiento de las mentiras e intrigas, Estados Unidos y sus aliados continúan bajo suelo iraquí. Lo interesante es que esta invasión se produce como un “medio preventivo” (nuevo instrumento político-militar del Nuevo Orden Mundial), para evitar futuros “ataques terroristas” contra Estados Unidos o Europa, a raíz de los ataques acontecidos el 11 de septiembre del 2001, el cual es el segundo evento al que el Señor atrajo mi atención.

¿Qué han logrado Estados Unidos y sus aliados con estas dos últimas guerras? 1. Remover un gobierno que le era contrario a sus intereses político-económicos. 2. Fortalecer su presencia político-militar en la región. 3. Control de los inmensos recursos petroleros de Irak y Kuwait. Todos estos logros, evidentemente, tienen repercusiones políticas, económicas y militares para el Nuevo Orden Mundial, e indiscutiblemente para el escenario profético del fin.

2.- El Segundo evento fue el ataque terrorista, acontecido el 11 de septiembre del 2001, en las ciudades de New York y en Washington D.C. En esta oportunidad, el Señor fue más que específico, en cuanto a la relevancia de este evento para la historia de Estados Unidos y el desarrollo profético mundial.

Según lo que el Señor me mostró, lo que aconteció ese fatídico 11 de septiembre es lo que está descrito en Apocalipsis 18, que ha sido titulado “La caída de Babilonia”. Otra vez, en vista que estamos tratando con un libro de género apocalíptico, tenemos que estar conscientes, que estamos tratando con símbolos, imágenes, signos o figuras que no siempre podremos interpretar literalmente. Estas imágenes por lo regular llevan consigo sentidos o interpretaciones que no eran del todo entendidas ni por el mismo autor, sus lectores y mucho menos por nosotros mismos.

Un ejemplo es el término “Babilonia” (Ap. 17:5; 18:2), el cual evidentemente no puede interpretarse literalmente aquí. Es claro que hubo una Babilonia literal, histórica; pero aquí nos encontramos con una Babilonia profética, apocalíptica, cuya realidad tenemos que desentrañar. No dedicaré mayor atención a la Babilonia histórica, porque todos sabemos dónde está: es el Irak de “nuestros tiempos”. ¿Pero qué Babilonia tenía Juan en mente cuando recibió la Revelación? El apóstol Pedro en su segunda (y última carta) hace mención a una iglesia “elegida”, que está en “Babilonia” (2Pe. 5:13). Y es evidente que él se encuentra en dicha ciudad, pues él mismo canaliza los saludos de los hermanos de dicha iglesia. Los historiadores dicen que Pedro pasó sus últimos años de ministerio en Roma; así que la “Babilonia” a la que Pedro se refiere aquí es la capital del imperio romano: la ciudad de Roma. La otra pista bíblica nos la da el mismo libro de Apocalipsis. El apóstol Juan dice que cuando recibió la revelación de Jesucristo estaba en la isla de Patmos (Ap. 1:9). El estaba encarcelado por el imperio romano “por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo”, durante el reinado de Domiciano (finales del siglo I, posiblemente el año 90 d.C.), quien desató una terrible persecución contra la iglesia. Muchos estudiosos concuerdan que Juan se refería a la ciudad de Roma como Babilonia, la capital del imperio romano, la cuarta bestia en la profecía de Daniel (Dn. 2:32-33; 7:7).

Sin embargo el Señor me reveló que la Babilonia de los últimos tiempos, ya no será la capital del imperio romano, Roma; sino New York, la primera capital de los Estados Unidos y la sede de las Naciones Unidas. New York, la capital económica y cultural de la última gran bestia de la profecía de Daniel y Juan. Esto lo ampliaremos más en el capítulo dedicado a la Bestia y al falso profeta.

El ataque del 11 de septiembre del 2001, reveló y desencadenó eventos proféticos importantes y facilitó escenarios, para que la Coalición de naciones liderizadas por Estados Unidos (la última versión del imperio romano) fortaleciera su hegemonía política, económica y militar en las naciones, principalmente en el Medio Oriente. Es claro que el espíritu de Babilonia que reside en Estados Unidos ha establecido, junto con sus “aliados”, su presencia física en el territorio de Babilonia. El ciclo histórico y profético se está cerrando. La política imperial del Nuevo Orden Mundial va “in crescendo” y seguirá trastornando a las naciones de la tierra.

3.- El tercer evento fue el terrible tsunami, acontecido el 26 de diciembre del 2004. Inmensas y poderosas olas, causadas por un terremoto subterráneo en las aguas de Indonesia, que tomó las vidas de más de 150 mil personas de 12 países del sureste asiático y costa oriental de África, además de 35 países, representados por turistas de otras regiones del mundo. Y aún la geografía de la región fue alterada por el poderoso sismo y las gigantescas olas producidas por el mismo.

El Señor usó a dos queridos intercesores para llamar mi atención a este último evento. El primero fue una querida hermana, una anciana intercesora india, cuyo cuerpo debilitado no reflejaba su fuerte corazón guerrero. Por varios días me llamó y me pidió que la visitara. Cuando pude, fui junto con mi esposa a su humilde casa.

-Hermano Daniel, tengo algo para usted- Me dijo.

Yo estaba más que consternado y curioso por el secreto que mi querida hermana quería compartir, ya que el motivo de mi visita fue orar por su salud.

Me pidió que buscara en mi Biblia Lucas 21:25, lo cual diligentemente hice, con cada vez mayor curiosidad. Conseguí el versículo y lo leí (en mi Biblia en inglés de la NIV): “Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas”.

Las palabras en inglés resonaron fuertemente en mi corazón latino; pero seguí leyendo para quedar aún más perplejo. En el versículo siguiente dice: “desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán sobre la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas” (21:26). Mi mente y mi espíritu estaban siendo sacudidos y volví en si con la voz quebrantada de mi anciana intercesora diciéndome: -Pastor, eso es lo que está pasando. Ella hacía referencia al tsunami, al “bramido del mar y de las olas”, pero mi mente quedó atónita al ver en el siguiente versículo la palabra en inglés “terror” (traducido como ‘temor’ en español). Estas dos últimas señales en la tierra antes de la venida del Hijo del Hombre (Lc. 21:27).  Los hombres desfallecerán por causa del “terror”.

Este tsunami apareció en pleno desarrollo de la guerra contra el terrorismo mundial, liderizado por organizaciones islámicas, pero que está siendo usada al servicio de intereses de poderes políticos, económicos y militares de las naciones poderosas del hemisferio norte, capitaneadas por Estados Unidos. El terrorismo está sirviendo como la excusa perfecta para invasiones a naciones, torturas y para “guerras preventivas”; pero de lo que los ciudadanos norteamericanos y europeos no se percatan es que cada vez más sus libertades y derechos civiles serán cercenados, para ponerlos bajo el servicio de esta “guerra contra el terrorismo” ejecutada por la “Coalición de naciones”.

El otro amigo intercesor, fue uno venezolano, que me mandó un mensaje con mi esposa por Email y por el Chat urgiéndome a que relacionara los eventos vividos el 11 de septiembre del 2001 con este tsunami ocurrido tres años después. Mi primera reacción fue ignorar el llamado de mi amigo. Me decía a mi mismo –El Señor no me ha dicho nada. No he recibido nada de parte del Él. Pero el domingo siguiente del tsunami, el Señor me inquietó para que prestara atención a lo que mi amigo intercesor me decía.

Inmediatamente me paré de la cama, pues me disponía a tomar mi acostumbrada siesta dominical y busqué en Apocalipsis 18 nuevamente. Y mis ojos se clavaron en el versículo 21 “Y un ángel poderoso tomó una piedra, como una piedra de molino, y la arrojó en el mar, diciendo: Con el mismo ímpetu será derribada Babilonia, la gran ciudad, y nunca más será hallada”.

Entonces el Señor me habló nuevamente y me dijo: -Viene un segundo juicio contra la ciudad de New York, Babilonia. Este juicio producirá la destrucción total de la ciudad-.

Empecé a inquirir sobre la “piedra”, la cual es arrojada en el mar, para ilustrar el ímpetu con el cual será derribada Babilonia. Y conseguí tres opciones: 1. Un meteorito cae en el mar y produce un tsunami; 2. Otro ataque terrorista, pero con una bomba atómica que produce grandes olas que destruyen la ciudad; 3. Otro terremoto subterráneo que produce un tsunami como el indonesio.

La sorpresa vino el domingo siguiente. En el periódico local (Deccan Chronicle) apareció un artículo especial en la revista dominical, su titulo era: “Uno más grande viene” (“A bigger is coming”), en el cual se anunciaba la gran posibilidad que un segundo tsunami, de mayores dimensiones, aconteciera en cualquier momento, tanto en el Océano indico y en el Pacífico, como en el Atlántico. El que llamó poderosamente mi atención fue el del Atlántico. He hecho varias investigaciones en Internet, y según algunos científicos, existe la posibilidad que una gran masa terrestre (de por lo menos 150 km³), ubicada en la isla La Palma, España, se desplome en el mar, por causa de los sismos producidos por un volcán cercano (Cumbre vieja), lo cual generaría inmensas olas, de más de 100 metros de alto, que pudieran viajar a velocidades de hasta 500 Mps., hasta las costas orientales de los Estados Unidos y las occidentales del Norte de África y Europa. Según los pronósticos de los científicos, de producirse este desastre natural las islas del Caribe serían total y completamente barridas. Pero como suele suceder, este informe, dado por organismos científicos, y transmitido por cadenas informativas como la BBC y la CNN, ahora es catalogado de infundado y errado en sus conclusiones.

Pero independientemente de lo que pudiera pasar (ya que no estoy prediciendo que lo anterior es lo que va a pasar), lo que está establecido para la gran ciudad, la gran Babilonia, es su total destrucción (Ap. 18:21-24). Y Dios puede usar cualquier instrumento para ejecutar sus juicios. Tanto Daniel como Juan indican que este último imperio babilónico será totalmente destruido por una “piedra” cortada de un monte, no con mano de hombre, como una gran piedra de molino (Dn. 2:44-45; 7:9-10, 21-22,26-27; 18:1-3,6-8,17-21). Y a lo que el Señor atrajo mi atención es que todavía pende un juicio total sobre New York, la gran ciudad, la Babilonia de nuestros tiempos.

Ahora veamos otras señales que encontramos en el Nuevo Testamento, a parte de las que el Señor nos da en los Evangelios


Esto lo haremos en la Octava entrega sobre el tema del Gran Engaño, si quiere proseguir haga click aquí.


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