4 de febrero de 2014

EL GRAN ENGAÑO VIII

EL GRAN ENGAÑO VIII
Crónicas de intercesión profética en los Estados Unidos de América
Otras Señales de la Venida del Señor
Por apóstol Dr. Daniel Guerrero


INTRODUCCIÓN

En las entregas anteriores hemos visto y analizado las señales que el Maestro le dio a Sus discípulos en el Monte de los Olivos, para que estos estuvieran preparados y apercibidos ante Su Segunda venida.

Pero en el Antiguo y el Nuevo Testamento también podemos encontrar otras Señales, no menos importantes, que nos indican cuán cerca estamos de ese gran acontecimiento, que todo discípulo de Jesucristo espera: La Venida del Señor.

OTRAS SEÑALES DEL FIN

La Apostasía y el Anticristo

El apóstol Pablo tuvo que contrarrestar en su tiempo varias enseñanzas erradas sobre la venida del Señor. Una decía que aquellos cristianos que habían muerto antes de la venida del Señor iban a estar en desventaja con respecto a aquellos que estaban vivos; y la otra decía que la venida de Jesucristo estaba cerca y podía pasar en cualquier momento.

Pablo contrarresta el primer error con su enseñanza sobre el arrebatamiento (el rapto), que ya explicamos anteriormente (1Tes. 4:13-17). Y el segundo error diciendo que el Señor “no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado” (2Tes. 2:3-10; 1Ti. 4:1-5).

Sobre la apostasía, podríamos decir que existe desde el primer siglo, pero que ha venido en aumento desde el siglo 19, con las corrientes del Renacimiento, la Ilustración, el Humanismo, el Ateísmo, las teologías liberales europeas, las teologías heréticas de las sectas del siglo 19 y 20, las teologías de la súper fe y prosperidad del protestantismo y/o neo-pentecostalismo norteamericano, la Nueva era; además de las más despiadadas campañas seculares contra Jesucristo, Su mensaje y Su iglesia.

En todas ellas se observa una tendencia a mermar la relevancia y la divinidad de Jesús; a “desmitificar” el mensaje del Evangelio; a reducir el poder del Evangelio de Jesucristo; a atacar la autoridad de la revelación bíblica o a desvirtuar el mensaje claro de salvación del Evangelio, suplantándolo por una auto-salvación o un énfasis desmedido en alguna doctrina de turno (la profecía, el Armagedón, la súper fe, la prosperidad, la sanidad, la no-sanidad, la lucha espiritual, etc.).

Latinoamérica ha hecho también sus aportes con sus diferentes sectas o movimientos mágico-religiosos influenciados por prácticas indígenas y africanas, lo que algunos antropólogos y socio-religiosos llaman la “religión popular”. También a mediados del siglo 20 surgieron las teologías de la liberación, en el seno del Catolicismo, pero que tuvo su fuerte influencia en el protestantismo histórico de nuestros países, que básicamente promulgaban la opción preferencial por los pobres y el establecimiento del “reino de Dios”, por medio de luchas ideológicas, políticas y aún el uso de las armas. Según estas teologías, el reino de Dios no hay que esperarlo, sino construirlo. También los movimientos seudo-cristianos brasileros de la iglesia Universal y de la “Oración fuerte al Espíritu Santo”, que han convertido al Evangelio en una suerte de mercadería barata, plagada de supersticiones y magia. La lista se haría grande si incluimos las sectas y movimientos Africanos, Europeos y Asiáticos.

En los últimos años, la Iglesia Católica y el Protestantismo americano y europeo también le están haciendo el peor daño a la imagen de la Iglesia de Jesucristo. El peor que la Iglesia haya podido experimentar en sus 2,000 años de historia, con sus continuos escándalos del movimiento homosexual en su seno, o las continuas prácticas inmorales que han llegado aún al abuso sexual de niños. Como lo mismo ocasionó la crisis de los tele-evangelistas norteamericanos, a finales del siglo 20 con sus continuos escándalos sexuales y financieros.

Y culmino señalando los intentos de grupos o instituciones “seculares” en Estados Unidos que buscan remover todo signo, símbolo o imagen de Dios de la sociedad. Ejemplo de ello es la prohibición de la oración en las escuelas públicas; eliminación de la postura creacionista en el currículo escolar; el retiro de monumentos judeo-cristianos de edificios públicos en Estados Unidos. En Europa, los países de la Comunidad Europea actualmente están en un debate si añadir el Nombre de Dios y la influencia cristiana en su constitución. Pero no podemos dejar de señalar por su actualidad los intentos de grupos intelectuales y artísticos, que han querido socavar el fundamento del mensaje del Evangelio con películas como “Jesucristo Súper estrella”, “la última tentación de Jesús” y la más reciente “El código de Da Vinci”, éstas dos últimas basadas en argumentos extraídos del libro “Holy grail, holy blood”.

Todo esto y más son sencillamente señales y evidencias del espíritu anticristo, que se ha manifestado en “muchos anticristos”; pero que ha de manifestarse cada vez más, de manera de engañar a las naciones, y “si fuere posible, aún a los escogidos” (Mt. 24:24). Espíritu que finalmente se encarnará en un personaje que los apóstoles llamaron el anticristo, el hombre de pecado, el hijo de perdición, el inicuo (2Tes. 2:3-12; 1Jn. 2:18-26; 4:1-3; 2Jn. 7).

Es claro y evidente que tenemos que prestarle atención a este tema, ya que el Señor y los apóstoles nos dan específica y detallada enseñanza sobre el mismo en sus diversas manifestaciones, por lo cual debemos analizarlas cuidadosamente:

1. El espíritu anticristo. Tanto Pablo como Juan nos dicen que es un espíritu engañador (2Tes. 2:9-12; 1Ti. 4:1; 1Jn. 2:21,26; 4:1-3). Es un espíritu que tiene la habilidad de mentir, de engañar; también tiene gran poder para hacer señales y prodigios (ver también Ap. 13:13-14). Sus dos objetivos principales son engañar a las naciones (personas y gobiernos) con falsos cristos y profetas, acompañados con falsos mensajes reveladores de salvación; y oponerse a la verdadera unción y a los verdaderos siervos ungidos por el Espíritu Santo. Ésta es la fuerza espiritual que ha operado y opera en los anticristos y que al final operará ampliamente en el Anticristo.

2. Anticristos. Estos son personajes y organizaciones que operan bajo el poder o influencia del espíritu anticristo. Es el apóstol Juan quien nos ayuda a identificar a estas personas u organizaciones que manifiestan el espíritu anticristo:

2.1. Aquellas que niegan que Jesús es el Cristo (Jn. 2:22). Es decir que niegan que Jesús y su sacrificio en la cruz, es único y suficiente para salvarnos; y enseñan que necesitamos de nuestras propias obras piadosas para justificarnos o salvarnos ante Dios.

2.2. Aquellas que niegan al Padre y al Hijo (Jn. 2:22-23). Es decir, aquellas personas y organizaciones que niegan la existencia y relación del Padre y el Hijo. El apóstol es agudo en este apunto, ya que claramente dice que no se puede tener a uno sin tener al otro: “todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre” (2Jn. 2:23). Y esto está en total sintonía con la enseñanza del mismo Señor, quien dijo que Él y el Padre son uno; lo cual Juan cita en su Evangelio (Jn. 5:19-24; 10:24-38; 14:6-14,20).

2.3. Aquellas que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne (2Jn. 4:3). Es decir que no creen ni confiesan la encarnación y nacimiento virginal de Jesucristo. Cuando confesamos que el Señor se “hizo carne”, es porque creemos que Él existía previamente en la eternidad, pero se “hizo carne y habitó entre nosotros” para salvarnos (Jn. 1:1-5,14).

La historia nos da registros de personas, organizaciones e instituciones seudo cristianas, que han evidenciado la obra del espíritu anticristo en sus mensajes y doctrinas. ¿Cuáles pudieran ser ejemplos claros de estos anticristos de nuestros días?

A. Los testigos de Jehová, que niegan la Trinidad, y por lo tanto, la unidad entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; quienes declaran que Jesús es un dios, pero que no es Dios; y promueven una salvación por buenas obras.

B. Los sólo Jesús, que niegan la existencia del Padre y declaran que sólo Jesús es Dios. Y no bautizan a sus seguidores en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo contraviniendo la expresa orden del mismo Señor (Mt. 28:19).

C. Los mormones, que niegan el Evangelio proclamado por Jesucristo y los apóstoles, que está muy bien registrado en la Biblia, y que ellos han suplantado por su propio libro o versión herética del Evangelio, lo que ellos llaman el “libro del Mormón”. E igualmente, enseñan la salvación por buenas obras y no por la fe en el sacrificio perfecto y completo de Jesús, el Cristo, el Hijo del Dios viviente.

D. Los adventistas, que igualmente anulan el Nuevo pacto en Jesucristo, y enseñan a sus seguidores a continuar y a cumplir con prácticas y costumbres del Antiguo Testamento, buscando justificarse ante Dios con sus buenas obras, según el viejo pacto mosaico y su “nueva” versión del Evangelio de Jesucristo.

E. La Nueva era, con su mezcla de hinduismo, budismo, chamanismo y cristianismo, que induce a sus seguidores a buscar el cristo, el dios, que está en ellos; y por lo tanto lograr su propia salvación o auto-realización (nirvana).

Lo interesante de estos cultos anticristos es que todos tienen sus profetas, sus falsos profetas. Los testigos de Jehová comenzaron con el profeta Charles T. Russell; los sólo Jesús con William Branham; los adventistas con Elena White; y los del movimiento de nueva era tienen a sus gurus indios y maestros budistas, que tienen a su vez “espíritus guías”, que les revelan los misterios del universo y del mundo. Y otro factor común en todos ellos: la salvación es por buenas obras, o sea no se necesita el sacrificio de Jesús, el verdadero Cristo.

Así que, se cumplen perfectamente las advertencias y exhortaciones que el Señor y los apóstoles nos dan en sus cartas: Cuídense de los falsos cristos (falsos salvadores) y de los falsos profetas (falsos maestros) (Mt. 24:4-5,24; 2Tes. 2:1-4; 1Jn. 2:24-29; 4:1; 2Jn. 7).

3. Pero finalmente los apóstoles también hablan del Anticristo, un personaje humano, que será la manifestación final del espíritu anticristo. El término implica a uno que será un “falso cristo” (falso salvador); y por lo tanto, uno que se opone al verdadero Cristo (el adversario). En este caso el apóstol Pablo es quien nos describe la naturaleza, rol y poder de este personaje.

3.1. Sus nombres indican su condición, naturaleza y poder: el hombre de pecado, el hijo de perdición y el inicuo (2Tes. 2:3,9). Es decir, será una persona extremadamente maligna, con una alta capacidad para mentir y engañar. No deberá sorprendernos que se presente como “una ángel de luz”, “un ministro de justicia”, pero es aquel que viene por obra de Satanás (2Cor. 11:13-15; 2Tes. 2:9). Satanás obrará su venida, con “gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad”, todo esto con el objeto de engañar a aquellos que no creyeron a la verdad y se complacieron en la injusticia (2Tes. 2:9-12).

3.2. Su actitud hacia Dios y el Señor será de total oposición (anticristo). Se “levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto”, llegando al punto que “se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios” (2Tes. 2:4). Por todo lo anterior, este personaje bien pudiera ser el líder de la última bestia, que describe el profeta Daniel (Dn. 7:24-27) y que también describe el apóstol Juan, en su Apocalipsis (Ap. 13:5-8).

3.3. Este personaje es parte de lo que Pablo llama “el misterio de la iniquidad” (2Tes. 2:7,10), que ya está presente, actuando; pero que de alguna manera está retenido, limitado, por alguien, quien en su tiempo será quitado, para que se manifieste abiertamente “el inicuo”. ¿A qué se refiere Pablo con este “misterio de iniquidad”? No está claro. Pudiera ser un plan satánico de dominio mundial, planificado durante siglos por organizaciones secretas, que persiguen el dominio total de las naciones y la completa oposición a Dios y al Cristo. Este “hombre de pecado, el hijo de perdición”, el Anticristo, sería el líder de la última bestia, la coalición de naciones, que bajo el apoyo y financiamiento de estas organizaciones secretas, quieren establecer un “Nuevo Orden Mundial”, que guiará a la naciones de la tierra a una abierta y total rebelión contra Dios y Su Ungido (Sal. 2:1-12; Dn. 7:7-8, 19-25; Ap. 13:1-10; 17:8-14).

Con respecto al “alguien”, que retiene al “misterio de iniquidad”, hay varias interpretaciones: 

1.- Unos dicen que es el Espíritu Santo, que cuando la iglesia sea arrebatada será quitado de la tierra, antes de la gran tribulación.
2.- Otros dicen que es la Iglesia, que será quitada cuando acontezca el arrebatamiento, antes de la gran tribulación.
3.- Otros que es un ángel del Señor, que retiene la manifestación total del inicuo. 
4.- Personalmente, como creo que la iglesia estará hasta el final, cuando venga el Señor, para destruir al anticristo, la bestia y al falso profeta (de los cuales hablaremos en el próximo capítulo); considero que este “alguien” pudiera ser un ángel del Señor, del rango de Miguel o Gabriel (Dn. 9:20-23; 10:5-13, 18-21; 12:1; Ap. 12:7-9; 14:14-20; 19:17-21; 20:1-3), que pelea a favor del pueblo de Dios, para que la proclamación del Evangelio llegue hasta el final (Mt. 24:14; 28:19-20). Una vez que el tiempo llegue y este ángel sea quitado, es decir deje de resistir a Satanás y a sus demonios, el “misterio de iniquidad”, junto con el inicuo, se manifestarán abiertamente, para ser destruidos completamente por el Señor y Su ejército, en Su Venida (2Tes. 2:9-12; 1Pe. 3:8-9, 15-17; Is. 63: 1-6; Jl. 3:9-15; Ap. 7:1-3; 9:13-15; 14:14-20; 19:13-21).

3.4. El Anticristo será destruido por el Señor “con el espíritu de su boca… y el resplandor de su venida” (2Tes. 2:8), lo cual es confirmado por la revelación del apóstol Juan, quien dice que morirá, junto con los demás, con “la espada que salía de su boca” (Ap. 17:14; 19:11-16,21).

Es tiempo aquí de clarificar que el Anticristo no es la bestia. El Anticristo será un personaje humano, un líder político, con carisma religioso, que guiará una coalición de naciones. La bestia es una figura apocalíptica, un imperio u organización humana, bajo el poder de un ser angelical, que será juzgado y apresado por otro ángel del Señor (Ap. 19:20); pero el Anticristo y sus seguidores humanos, según el apóstol Pablo y Juan, serán matados por “la boca del Señor”: por Su Espíritu y Su Palabra (2Tes. 2:8; Ap. 19:21). Hago esta aclaratoria, porque se han dado tantos mensajes distorsionantes, tanto por libros como por películas, que lo que hacen es oscurecer la realidad de esta figura.

Ahora veamos otra señal, la cual encontramos en la profecía de Daniel.

La ciencia aumentará

Esta señal se encuentra en Daniel 12:4, en el contexto del mensaje profético referente al tiempo del fin. Dos veces se pregunta ¿cuándo será el fin? En la primera oportunidad la pregunta viene de un varón vestido de lino (posiblemente un ángel), quien pregunta por el fin de “estas maravillas” (Dn 12:6). Y en la segunda oportunidad, lo hace Daniel, quien no entendió la respuesta dada a la primera pregunta, y él pregunta por el fin de “estas cosas” (Dn. 12:8). La respuesta dada al profeta es que las palabras están “cerradas y selladas hasta el tiempo del fin” (Dn. 12:9).

Es decir, que mientras la ciencia siga en aumento, la humanidad al contrario experimentará mayor ignorancia acerca de Dios y Su plan para las naciones. En dos oportunidades se dice que se cierren las palabras y se selle el libro hasta el tiempo del fin (Dn. 12:4, 9). Si entendemos el comienzo del fin a partir de la destrucción del templo, en el 70 d.C., entonces significa que el mensaje profético del Evangelio del reino de Dios ha estado oculto para el pueblo de Israel, lo cual concuerda con las palabras dadas a Isaías y Daniel, y las del Maestro mismo (Is. 6:9-10; Dn. 12: 4,9; Mt. 13:11-17), y lo que el apóstol Pablo nos enseña en su carta a los romanos (Ro. 11:1-10,25). Y si entendemos el mensaje de Apocalipsis 5:1-6:1, como el inicio de la apertura de los sellos, a partir de finales del siglo I de nuestra era cristiana, significa que al acercarse el fin habrá mayor entendimiento para los escogidos sobre el plan profético de Dios para las naciones. Es decir, que conforme a lo dicho por el profeta Daniel, los entendidos tendrán mayor conocimiento y por lo tanto entendimiento, mientras que los impíos, no entenderán (Dn. 12:10). Los impíos podrán tener mayor conocimiento de la sabiduría y la ciencia humana, pero no de la sabiduría que viene de Dios (1Cor. 2:6-16); por lo cual no podrán entender los planes del Señor y serán presa fácil de toda mentira y engaño del enemigo (1Cor. 1:18-29; 2:14; 2Tes. 11-12).

A parte de esta esfera espiritual, de revelación profética, también hemos podido observar que a partir del siglo 18, con el surgimiento de la Ilustración, la revolución industrial y grandes inventos como el de la electricidad y la luz eléctrica, ha habido un acelerado avance en las ciencias en todos los campos del conocimiento humano y universal. Lamentablemente, la Ilustración generó una lucha interminable entre la ciencia y la religión, entre la fe y la razón. Esta última, representada principalmente por la Iglesia Católica Romana, que se opuso obstinadamente a muchos descubrimientos importantes de la época y en muchas oportunidades castigó con la muerte a muchos intelectuales y científicos de esos tiempos.

Pero en el siglo 20 es cuando hubo mayores avances científicos y tecnológicos, que han revolucionado completamente nuestras formas de vivir, las comunicaciones, los medios de transporte y aún la forma de obtener información y percibir al universo. Ejemplos de ello son los viajes y exploración del espacio; el uso del Internet; la telefonía celular; el ferrocarril, el automóvil y el avión que han convertido nuestro mundo en una “aldea global”; el descubrimiento de la penicilina, con lo cual hemos podido contrarrestar enfermedades epidémicas y que facilitó el desarrollo de otras vacunas y medicinas importantes. La lista de descubrimientos y avances en las ciencias y el conocimiento es muy larga, y no es objetivo de este libro hacer una exposición extensa y detallada de los mismos. Baste reseñar que todos los artefactos eléctricos y electrónicos que tenemos en el hogar o en nuestra oficina fueron inventados o desarrollados en el siglo pasado.

Sin embargo, ese avance en las ciencias ha generado mayores peligros y temores como la carrera armamentista y espacial entre las potencias mundiales. El uso de la tecnología atómica ha resultado en la producción de armas poderosas de destrucción masiva, capaces de aniquilar a miles de personas y la destrucción de grandes áreas geográficas. El avance en las ciencias biológicas nos amenaza ahora con la producción de armas bacteriológicas y químicas. El desarrollo tecnológico e industrial ha significado la destrucción de grandes áreas boscosas, la exterminio de muchas especies y la contaminación de nuestros ríos y mares, que ha generado sorpresivos cambios climáticos y en nuestra fauna, tanto terrestre como marítima.

En fin, el aumento del conocimiento del hombre lo ha alejado más de Dios, dejándolo cada vez más confuso y desorientado con respecto a su pasado, presente y futuro. Y lo ha alienado completamente de la creación, de la sociedad y de lo que significa ser humano. Además, estos avances científicos en la tecnología, la comunicación y en la biotécnica están preparando el escenario para un mayor control y dominio del escenario socio-político mundial, para la bestia, el falso profeta y el anticristo, de los cuales hablaremos en el próximo capítulo.



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